100 días de Trump: Un torbellino político en EE. UU.


Estados Unidos

Desde que Donald Trump asumió su segundo mandato como presidente de Estados Unidos el pasado 20 de enero, la política estadounidense ha dado un giro tan drástico que los primeros 100 días parecen condensar años de agitación. La dinámica diaria en Washington está marcada por anuncios sorpresivos, decisiones controversiales y una estrategia comunicacional que no da respiro a aliados ni a opositores.

“Independientemente de la postura ideológica, la mayoría coincidiría en que ha sido un inicio vertiginoso”, afirma Patrick Malone, profesor de política y administración pública en American University. “Trump ha desplegado toda su artillería desde el primer día”.

Esta vorágine, sin embargo, no es fruto del azar. La Casa Blanca impulsa una estrategia de choque constante, marcada por decisiones extremas que buscan dejar sin capacidad de reacción a sus críticos. Desde la reinstauración de políticas climáticas regresivas hasta la deportación de migrantes en abierta desobediencia a fallos judiciales, los frentes de confrontación son múltiples. A esto se suma el cerco a medios de comunicación críticos y el retiro de fondos a instituciones académicas consideradas “incómodas”.

La polarización nacional se ha intensificado. Mientras los seguidores de Trump celebran el cumplimiento de promesas de campaña, quienes se oponen al nuevo rumbo del país apenas logran organizarse ante la multiplicidad de frentes abiertos.

Uno de los compromisos más audaces de Trump durante su campaña fue su promesa de terminar la guerra en Ucrania “en 24 horas”. A más de tres meses de gobierno, el conflicto no solo continúa, sino que la postura de Washington se ha desmarcado del apoyo firme que caracterizaba a la administración anterior.

El mandatario estadounidense ha optado por negociar de forma unilateral, sin demasiada coordinación con los aliados tradicionales de la OTAN, y ha mostrado una cercanía preocupante con el Kremlin. En su primer contacto telefónico con Vladimir Putin, Trump ofreció concesiones notables. Mientras tanto, la ayuda militar a Kiev fue suspendida, y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha sido públicamente reprendido por Trump y su vicepresidente J.D. Vance. La sugerencia de ceder Crimea a Rusia a cambio de un supuesto alto el fuego ha provocado consternación en la población ucraniana.

Fiel a su discurso electoral, Trump ha reactivado un agresivo programa de deportaciones. En octubre pasado, prometió ejecutar la mayor operación de expulsión en la historia del país, y ahora está cumpliendo. “Algunos lo consideran un éxito, otros lo ven como una traición a los valores fundacionales de Estados Unidos”, explica Malone.

Las órdenes ejecutivas han aumentado la presión sobre comunidades migrantes, y en varias ocasiones el gobierno ha ignorado resoluciones judiciales federales que intentaban limitar las deportaciones.

En materia comercial, Trump ha reintroducido una política de aranceles elevados con el objetivo de cerrar el déficit y castigar a países que imponen trabas a productos estadounidenses. Sin embargo, los nuevos aranceles, impuestos en muchos casos a niveles superiores a los que se reciben, han tenido efectos secundarios negativos: aumentos de precios para los consumidores y tensión con socios comerciales clave.

Una encuesta reciente del Pew Research Center revela que la percepción sobre la economía ha empeorado desde febrero. Muchos ciudadanos temen que las decisiones comerciales terminen afectando su bolsillo y la estabilidad a largo plazo.

Los cambios de rumbo constantes también han marcado la vida interna del gobierno. En ministerios clave, miles de empleados fueron despedidos en los primeros días, solo para ser reincorporados semanas después al evidenciarse su necesidad operativa. La falta de consistencia ha creado un clima de incertidumbre en la administración pública.

“Gobernar así es insostenible”, advierte Malone. “Todo gobierno necesita previsibilidad, coherencia y estabilidad. Hoy no tenemos ninguna de esas cosas”.

A cien días del inicio de su segundo mandato, Donald Trump ha reafirmado su estilo disruptivo. Ha cumplido parte de lo que prometió, sí, pero al costo de una creciente división nacional, tensiones internacionales y un debilitamiento institucional sin precedentes.

Fuente: DW

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